Este día que abre su mirada de oro nunca volverá a repetirse. Habrá otros. Por supuesto, está el día que llegará mañana, estarán los días del futuro, los días que vendrán...Pero el día de hoy no se repetirá. Tienes para vivirlo plenamente, estas veinticuatro horas. Si las pierdes, si las dejas escurrirse de tus dedos como una fina lluviecita de arena, nunca podrás recuperarlas. Por eso, yérguete. Por eso, esfuérzate para realizar todas las cosas que habías decidido hacer en este día. No postergues el llamado a esa amiga con la que tanta alegría te da hablar y a quien tan dichosa haces al llamarla. No permitas que la pereza o el desgano te impidan ir a buscar a tu hijo a la escuela, observar su carita sonriente al verte aguardándolo en la puerta, apretar con tu abrazo la corrida alborozada hacia ti.
No dejes que el desánimo te detenga cuando vayas a buscar un ramito de flores olorosas para poner en el centro de la mesa a la hora de la cena, a veces una flor puede cambiarlo todo: su mágica presencia tiene el color de los recuerdos bellos y habla una mujer que siente y sueña y tiene ganas de vivir.
Piensa que este día es único, que las oportunidades de esta fecha, esta luz, este lugar, esta hora, no volverás a tenerlas nunca más. Porque cuando el día se termine, tu oportunidad será distinta, será otra la luz, otra la fecha, otra la hora, otro el momento. Si tienes que resolver algún problema, ponlo en tu pensamiento y trata de aclararlo. Cuanto más dilates su resolución más larga será tu agonía y más honda tu angustia, tu nerviosidad.
Si tienes que ayudar a alguien, no lo hagas esperar. Para el que espera, los minutos son largos como los siglos y una gota de amargura pone acíbar en el agua que bebe. Me acuerdo de que cuando yo era pequeña y algo me gustaba mucho, trataba de tenerlo por duplicado. Le pedía el mismo regalo a dos de mis tías, me las ingeniaba para convencer a mi mamá para que me comprara dos cuadernos en vez de uno... Ingenuamente creía que así, eso que tanto me entusiasmaba, tendría un ligero toque de eternidad: Si uno se gastaba o se rompía, estaba el otro de repuesto.
Más adelante, la vida me enseño que de nada sirve escribir las cosas por triplicado con papel carbónico...porque lo que realmente cuanta es el original de lo que escribes... La vida me enseñó que los seres que amamos deben recibir nuestro cariño mientras nos es posible demostrárselo, porque después el silencio se los lleva por un camino que no está dibujado en ningún mapa y por el que nunca podemos transitar...
Y la vida también me enseñó que no se puede vivir “en borrador” para después pasar lo que hemos hecho, corregido al cuaderno de clase... si no que todo se hace directamente en el cuaderno de clase, de tal forma que las equivocaciones quedan registradas para siempre y es necesario que en todo pongamos nuestro mejor empeño, nuestro más claro entusiasmo.
Publicado por Antero
Domingo, 21 de febrero de 2010 | 11:36
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